¿QUIÉN ERA PEÑA NIETO CUANDO GOBERNÓ?
EL HOMBRE SEÑALADO COMO "AUTOR MEDIATO" DE TRAICIÓN A LA PATRIA
El nombre del hombre que resultó electo para gobernar México de 2012 a 2018 aparece en el documento en el que la FGR pide una orden de aprehensión en contra de Luis Videgaray Caso, ex secretario de Hacienda y Canciller. Le pone el epíteto de “autor mediato” de traición a la patria. ¿Quién era cuando gobernó?
Por Linaloe R. Flores
(La Cerradura).- A las cuatro de la mañana del 1 de diciembre de 2012, en el Monumento a la Revolución, arranca la era de Enrique Peña Nieto. En este punto del centro del país se inicia la marcha hacia San Lázaro, la que horas después impedirá que el Presidente electo llegue puntual a su cita protocolaria en el Congreso de la Unión.
Por eso, Peña Nieto -con traje oscuro- no saldrá de su casa de Paseos de las Palmas 1325, donde habitará el primer mes de su mandato en tanto remodelen la residencia oficial de Los Pinos para su familia de seis hijos, los de él y las de su esposa, Angélica Rivera Hurtado. Los guardias presidenciales continuarán ahí. En la transmisión de Televisa se insinuará que quizá, la toma de protesta la realice en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Porque en Eduardo Molina hay una lluvia pertinaz de piedras y en Emiliano Zapata está por caer la sexta bomba molotov. En el lado norte, la calle se pondrá blanca, como si hubiera neblina de la que no deja ver nada; pero es gas lacrimógeno. Los siguientes minutos, aquí será imposible vislumbrar algo.
Ricardo Monreal, Diputado del partido Movimiento Ciudadano (MC), se atreverá a decir en tribuna que el sexenio de Peña Nieto ya tiene una víctima (se refiere a Francisco Kinkedal, un hombre que ha resultado herido y cuyo cuerpo yace frente al edificio del Congreso de la Unión); dirá lo dramático que resulta debatir ante la ausencia de quien asumirá la primera magistratura; recalcará que hay una cerca con presencia militar. En televisión lo acusarán de irresponsable. A esa hora será pronto para saber si esta jornada ha dejado muertos.
Televisa transmitirá, como un recuerdo, la toma de posesión de Ernesto Zedillo, en una imagen en la que Carlos Salinas de Gortari quedará en primer plano. Andrés Manuel López Obrador, líder del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), hablará en El Ángel de la Independencia. Anunciará que su lucha no parará. Dirá que recorrerá el país en completa paz. Se irá, y su nombre se diluirá con las horas.
Listo. A las 11 con cuatro minutos arrancará la transmisión en cadena nacional.
La toma de protesta presidencial más breve de la Historia de México –un protocolo aprobado por el Congreso de la Unión de no más de 15 minutos– resultó ser la más larga. En los Ministerios Públicos hay 92 detenidos; de los cuales, 72 son hombres y 20, mujeres.
Así tomará posesión el hombre con el poder presidencial de 2012 a 2018 y que hoy está mencionado en un documento de la Fiscalía General de la Nación como presunto traidor a la patria.
(En el sexenio por venir, en estas mismas calles, las escenas rebotarán hasta convertirse en lugares comunes. Se escucharán gritos, las marchas partirán de El Ángel de la Independencia o el Monumento a la Revolución rumbo al Zócalo. Los contingentes serán de maestros, médicos o estudiantes. A veces, le pedirán al Presidente que renuncie. Sobre todo, se exigirá la aparición con vida de 43 estudiantes normalistas secuestrados en Iguala, Guerrero, en 2014. Sin variación, aparecerá el grupo que se hace llamar “anarquista”. Hará añicos los cristales y explotará bombas molotov. En noviembre de 2014, quemará la puerta mariana del Palacio Nacional. Cuando cada 15 de Septiembre, el Primer Mandatario salga al balcón a gritar “¡Viva México!” recibirá abucheos y tendrá que ver pancartas con el mismo recordatorio: “Nos faltan 43”, “Renuncia Peña”, “Peña, asesino”. Pero si lo que dicen Emilio Lozoya Austin, en su denuncia, resulta cierto, este político sólo tendrá la mente en su propio enriquecimiento en los momentos más críticos de la nación).
Acaso en el ser de Enrique Peña Nieto no se cumple con rigor la leyenda atribuida a la vidente Francisca Castro Montiel que indica que seis nacidos en el municipio de Atlacomulco, Estado de México, llegarían a ser Gobernadores y uno de ellos, Presidente. Nació el 20 de julio de 1966 del matrimonio de Gilberto Enrique Peña del Mazo y María del Socorro Nieto. Su Clave Única del Registro de Población (CURP, PXNE660720HMCXTN06) indica que vio la primera luz ahí, en Atlacomulco, pero es un dato con velos. El periodista Alberto Tavira sostiene en su libro “Las mujeres de Peña Nieto” que la propia madre le contó que el alumbramiento fue en el sanatorio “Las Américas”, en la calle Chilpancingo 56 de la colonia Condesa de la Ciudad de México. Otras versiones indican que su nacimiento fue en Acambay.
Pero, si se considera que el Grupo Atlacomulco se debe más a una red de nexos informales y familiares que a documentos fundacionales, Peña Nieto pertenece a él. De su árbol genealógico cuelga Severiano Peña quien fue Alcalde de Acambay, Estado de México, en cuatro ocasiones, en 1914, 1916, 1921 y 1923. Además, dos ex gobernadores, Alfredo del Mazo y Arturo Montiel. Del Mazo fue familiar de su padre y Montiel de su madre. El apellido Montiel está en el nombre de su abuelo materno: Constantino Enrique Nieto Montiel.
Al Partido Revolucionario Institucional (PRI), a través del cual se ha manifestado el llamado Grupo Atlacomulco, Enrique Peña Nieto se afilió en 1984, a los 22 años de edad y cuando el Presidente de México era Miguel de la Madrid Hurtado y en ese instituto no se conocían otras formas como el dedazo, el tapado o el “sí señor Presidente”. En mayo de 1990, fue secretario del Movimiento Ciudadano de la Zona I del Comité Directivo Estatal de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares. Un año después participó como delegado del Frente de Organizaciones y Ciudadanos en diversos municipios del Estado de México y fue también instructor del Centro de Capacitación Electoral. Y de abril a julio de 1993, fue tesorero del Comité de Financiamiento del Comité Estatal en la campaña del candidato a Gobernador Emilio Chuayffet Chemor.
Esos son los cimientos del que se iba a convertir en 2012 en Presidente de la República y que en su cuarto año de Gobierno viviría los días más atomizantes con la aprobación a su gestión en 30 por ciento, la más baja desde que en 1994 se evalúa el trabajo de los gobernantes. En el cúmulo de razones que lo pusieron en ese nivel está por un lado, el señalamiento de un conflicto de interés con la compra de la “casa blanca” por parte de su esposa, Angélica Rivera Hurtado, al contratista de su Gobierno, Juan Armando Hinojosa Cantú. Por el otro, la tragedia de Iguala, Guerrero, donde 43 estudiantes normalistas desaparecieron. Sobre ambos asuntos ha rondado siempre la manifestación de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) opuesta a la Reforma Educativa, la primera de un andamiaje de enmiendas constitucionales que desde el primer día en la Presidencia se propuso impulsar.
Algo más planeó sobre la baja aceptación: su matrimonio. De la unión del Presidente hubo dos versiones. La oficial indicó que fue un flechazo, un golpe bien asestado de Cupido. El romance habría iniciado en cuanto la actriz Angélica Rivera Hurtado y él se vieron por primera vez para trabajar en la campaña de los 300 compromisos durante el Gobierno del Estado de México. El relato extraoficial es que su enlace fue resultado de un arreglo para que aparecieran como los protagonistas de un cuento de hadas en revistas de sociales y programas de espectáculos. Así, el ejercicio del Gobierno ganaría credibilidad y confianza. “Con Peña Nieto se acabó este tipo de farsa”, expresa Alfredo Paredes Zamora, director de un equipo de mercadólogos políticos en Capitol Consulting & Communication, agencia con sede en México y Miami, Florida. El mercadólogo político da por buena la versión de la historia de amor fabricada y expone que ninguno de los protagonistas interpretó bien su papel. Dice: “El relato romántico sucumbió al derroche, a la banalidad y a una realidad apremiante en el país en todos los ámbitos. Con ellos, la fórmula de la pareja alfa se echó a perder”.
EL PADRE
Hasta cuarto grado de Primaria, Enrique Peña Nieto estudió en el Colegio Plancarte, una institución guadalupana, de filosofía mariana, fundada por el sacerdote José Antonio Plancarte Labastida. Concluyó los dos últimos grados en la escuela primaria pública anexa a la Normal de Toluca. Cursó una parte de la secundaria en el Denis Hall School, en Alfred, Maine, Estados Unidos, para concluirlos en el Colegio Argos de Toluca. El bachillerato lo hizo en el Instituto Cultural Paideia, también de Toluca.
En la Universidad Panamericana se encuentra la tesis “El presidencialismo mexicano y Álvaro Obregón”, bajo su autoría. Por este grado, Peña Nieto obtuvo la cédula profesional 1629426. El sitio oficial de la Presidencia de la República indica que cursó una maestría en Administración de Empresas en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de México (ITESM), de la cual no hay rastro en el Registro Nacional de Profesiones de la SEP, una base donde se acreditan los estudios para obtener cédula profesional.
Él mismo se describió como “aplicado”, cuando fue candidato electoral. Las Matemáticas eran, según él, su deleite. “Mi mamá era, -es-, maestra y se sentaba con nosotros y nos obligaba a que todos los días nos dedicáramos un tiempo para estar haciendo la tarea. Matemáticas me encantaba, la materia que es coco de muchos, a mí me gustaba mucho. Pero viendo la versatilidad que tiene la carrera de la abogacía, fue algo de lo que seguramente estuvo en la ponderación y en la decisión de estudiar Derecho”.
A su padre, Enrique Peña Nieto le guarda una memoria “gratísima”, según sus propias palabras, dichas en la entrevista televisiva que le realizó la periodista Ana María Lomelí en la residencia oficial de Los Pinos para TV Azteca, en 2014. El Presidente, en su propia oficina, entre retratos de su familia [la ampliada, dijo], lo evocó: “A ver, mi papá fue una gente extraordinaria. A todos nuestros hermanos nos quería por igual, siempre decíamos, ¿a quién quieres más? A todos. Era muy parejo con todos. Una gente muy humana, muy humana, yo diría …”.
Eduardo Murueta Reyes, director de la Asociación Mexicana de Alternativas en Psicología, describe en cuanto al sentido de la paternidad observado en Peña Nieto: “Es distante. El problema de Ayotzinapa así lo muestra. Entabló una relación de lejanía como un padre que no desea enterarse de qué le ocurre a su hijo. Y el hijo clama por su atención, comprensión y empatía”.
Peña Nieto, en esa entrevista televisiva, habló sobre el legado paternal: “Qué fue, a ver, muchas lecciones tengo de él. Aprendí muchas cosas de su forma de ser, de su integridad personal, de su carácter tan humano. Pero no se me olvida algo que me decía: ‘siempre ayuden. Ayuden, ayuden, ayuden. En donde estén. En la posición que estén, a lo que se dediquen, donde puedan ayudar a alguien, háganlo’… Y eso me lo dijo muy niño, yo ni siquiera sabía que me iba a dedicar a la política entonces, porque además no tienes que estar en la política para ayudar a otro, no tienes que ser político ni servidor público para ayudar a otro”.
LAS TRAGEDIAS
Hubo una fiesta en Atlacomulco, Estado de México, en agosto de 2014. Era el aniversario 50 del pensador, abogado y ex Gobernador del Estado de México, Isidro Fabela Alfaro. Fue un regreso a ese mismo sitio donde creció y grabó un spot para su campaña en el que evocó a su abuela y al pan de nata que le gustaba comer cuando era pequeño. El Jefe del Ejecutivo mexicano fue acompañado por otros mexiquenses, Emilio Chuayffet Chemor y Juan José Guerra Abud.
Sí, hubo fiesta y flores en Atlacomulco, al pie de la estatua de Fabela Alfaro. Y Peña Nieto celebró las once reformas estructurales que en los ámbitos Energético, de Competencia Económica, Telecomunicaciones, Hacendario, Financiero y Educativo logró impulsar cobijado en el Pacto por México, un convenio que firmó al principio de su Gobierno con los tres partidos mayoritarios, PRI, PAN y PRD.
Tenía puesto el traje de reformista. Las cosas marchaban. No había duda. La prensa nacional y extranjera resaltaba el poco tiempo que le tomó enmendar la Constitución política de México para destrabar sus atorones. Aquel hombre que mostró dislates en la campaña como cuando huyó de la Universidad Iberoamericana ante una gritiza o cuando no pudo numerar sus lecturas en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, no era este de la fiesta.
El Presidente exclamó: “En los últimos veinte meses, dentro de las instituciones democráticas que nos legaron los mexicanos de ayer se lograron concretar las reformas que el país necesitaba para asegurar el bienestar de esta y de las futuras generaciones”.
Era el triunfo. Y ni siquiera se cumplían dos años de Gobierno.
Hacía dos meses –30 de junio de 2014– que militares habían ejecutado de manera extralegal, arbitraria y sumaria a 15 civiles, de 22 que resultaron muertos en una bodega de San Pedro Limón, Tlatlaya, en el Estado de México.
Había caído una cortina de silencio sobre la tragedia. Y el Presidente celebraba las reformas.
Pero la noche del 26 de septiembre de ese año se volvió maldita. En Iguala, Guerrero, seis jóvenes fueron asesinados y otros 43 normalistas rurales de la Escuela Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, secuestrados.
Que narcotraficantes del grupo Guerreros Unidos levantaron un incendio gigantesco en un basurero de Cocula con sus cuerpos fue la verdad histórica dicha por el Procurador Jesús Murillo Karam (renunciaría a ese cargo para ocupar la Sedatu, y luego se iría del Gobierno), que luego sería derrumbada por el Grupo de Expertos Independientes enviado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Los días se volvieron terribles, incomprensibles, oscuros, tristes.
El Presidente cambió. Las fotografías tomadas a corta o mediana distancia no lograban ocultar la delgadez, la angulosidad del rostro y las ojeras. La vitalidad de la campaña cuando se hizo popular el grito: “¡Peña bombón, te quiero en mi colchón!” se quedaba en el pasado. Cada vez más.
Peña Nieto fue operado el 31 de julio de 2013 de un nódulo tiroideo y el 26 de junio de 2015 de la vesícula biliar. ¿Qué tenía el Presidente? Si estaba enfermo de gravedad no era posible saberlo. Un Tribunal colegiado en materia administrativa resolvió que el expediente clínico y el estado de salud eran datos que debían permanecer como un asunto de carácter privado y reservado.
La tragedia no cesaría. Otras matazones ocurrirían en Tanhuato, Apatzingán, La Calera, Ostula y Nochixtlán… Narcotráfico en las primeras poblaciones. Disidencia a la Reforma Educativa en la última. Corazón de la enmienda constitucional del ámbito educativo, la evaluación de los docentes mexicanos se convirtió en la modificación más cara de las generadas en las reformas estructurales. Por lo menos en lo social. En septiembre de 2013, cuarenta mil maestros de la CNTE se apostaron en el Zócalo de la Ciudad de México para impedir la evaluación universal, ordenada por la Ley General del Servicio Profesional Docente. Se proponían no dejar que Peña Nieto diera su segundo Grito de Independencia. Pero fueron desalojados. El conflicto no cesó. Las marchas, los bloqueos, las manifestaciones, los plantones en torno al Monumento a la Revolución saturaron el panorama.
La paz jamás estalló. Al contrario. El 21 de julio de 2015, el Gobernador de Oaxaca, Gabino Cué Monteagudo, anunció la desaparición del Instituto Estatal de Educación Pública (IEEPO) para –según su plan gubernamental- modernizar al sistema educativo del estado. En la foto quedaron el Secretario de Educación Pública (SEP), Emilio Chuayffet Chemor, y el vocero de la Presidencia de la República, Eduardo Sánchez. Juntos, dieron a conocer que se crearía un nuevo instituto de educación descentralizado, con personalidad jurídica y autonomía de gestión. El decreto que ordena la transformación amaneció publicado en el periódico oficial de la entidad.
En agosto de 2015, Aurelio Nuño Mayer fue nombrado Secretario de Educación Pública. No quiso el diálogo. Al contrario, anunció el despido de los maestros faltistas. Cumplió con la medida y centenares de profesores perdieron sus plazas.
La mañana del domingo 19, Nochixtlán ardió con ocho muertos, 55 policías heridos, 53 civiles lesionados y 21 detenidos después de que elementos de la Policía Federal desbarataron el bloqueo que los maestros tenían en la carretera del municipio, en la región mixteca. No se sabe de dónde salieron las balas, por ahora.
EL GUIÓN DEL PERDÓN
Va a pasar un año y medio y el 18 de julio de 2016 –en las vísperas de su cumpleaños número 50–, el Presidente va a romper su propio guión y le pedirá perdón a sus gobernados. Dirá: “En carne propia sentí la irritación de los mexicanos. La entiendo perfectamente. Por eso, con toda humildad, les pido perdón”. Se referirá a la “Casa Blanca”, la mansión que su esposa, Angélica Rivera, le compró a Juan Armando Hinojosa Cantú, uno de los contratistas principales de su Gobierno. Hablará de ese asunto aunque está exonerado del conflicto de interés que se le atribuyó porque el 21 de agosto de 2015, el Secretario de la Función Pública, Virgilio Andrade Martínez, presentó el resultado de sus pesquisas y el Presidente quedó limpio.
Andrade Martínez llegará al Gobierno el 4 de febrero de 2015 como Secretario de la Función Pública, un cargo que había permanecido acéfalo durante 26 meses a la espera de que la reforma a la Ley de la Administración Pública fuera debatida y avalada en el Congreso de la Unión. Esta enmienda implicaba que la dependencia fuera sustituida por una Comisión Nacional Anticorrupción.
Son los primeros meses de Gobierno –en los que el PRI escribe sus nuevos días en la Presidencia– y los trabajadores de los 250 órganos internos de control de la Función Pública vacían cajas para desmantelar la dependencia. Pero no. El Presidente pondrá a cargo a Andrade Martínez, amigo de Luis Videgaray Caso, Secretario de Hacienda y Crédito Público (SHCP), desde que en 1986 ambos estudiaban en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), uno en la Licenciatura en Derecho y el otro, en la de Economía.
Empezará una vida distinta para el funcionario, una vida de vastas críticas por su cercanía a los personajes que investiga, una vida de jornadas a veces atroces. Pero –a estas alturas– Virigilio Andrade ya está en el guión y no puede ser expulsado. Le tomará seis meses llegar a una conclusión. Y el guión se cumplirá: el Presidente, su esposa, Angélica Rivera y el Secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso, serán inocentes del conflicto de interés que se les señalaba.
“Saving Mexico”, un título periodístico apenas de febrero de 2014, empezará a parecer de otra época. The Economist que había bautizado el momento en que tomó posesión como “The Mexican Moment” ya no dirá que Peña Nieto fuera capaz de virar el timón de México hacia un amanecer y hasta pondrá en duda su capacidad política. “Nos faltan 43; Peña, Peña, dónde estás?” –le gritarán manifestantes en la calle cuando pidan la aparición con vida de los normalistas de Ayotzinapa, desaparecidos el 26 de septiembre de 2014. Y luego, el grito se volverá uno y rebotará al pasar por la Avenida Reforma, tomar el Eje Central, ingresar a la histórica 5 de Mayo donde se erige el Banco de México y llegará frente al Palacio Nacional: “¡Renuncia!” “¡Fuera Peña!”
La desaprobación tendrá otras expresiones. En junio de 2016, en las elecciones intermedias, ocurrirá lo imposible: el PRI perderá por primera vez Durango, Quintana Roo, Tamaulipas y Veracruz frente a la alianza PAN-PRD. Como jefe del Consejo Nacional del partido, Peña Nieto nombrará a un hombre cercano a él en la dirigencia del instituto político: Enrique Ochoa Reza, en ese momento director de la Comisión Federal de Electricidad.
La palabra “corrupción” era una de esas palabras que el Presidente pronunciaba muy poco. En el mensaje alusivo de su Segundo Informe de Gobierno, un compendio de nueve mil 748 términos, la mencionó una sola vez. Dos semanas atrás, la noche del 19 de agosto, el Presidente expuso lo que pensaba de ese concepto. En el programa “Conversaciones a Fondo”, organizado por el Fondo de Cultura Económica, Denisse Mearker –una de los seis periodistas convocados– lo cuestionó sobre cuál era la estrategia para combatir ese mal en México. El Presidente sostuvo que la corrupción era un cáncer social que no es exclusivo de México. “Lo es –yo creo– que de todas las naciones, un tema casi humano que ha estado en la historia de la humanidad, y que en México se han hecho esfuerzos porque tengamos instituciones que combatan la corrupción y que además aseguren mayor transparencia”. León Krauze lo increpó con el dicho de que en Estados Unidos los mexicanos pagan multas e impuestos. El Presidente exclamó: “Yo sí creo que hay un tema cultural lamentablemente”.
Y eso que su lista de compromisos firmados ante Notario durante la campaña se inició con la creación de una Comisión Nacional Anticorrupción. Durante dos años, los legisladores dejarán pendiente la discusión. Ya en 2016, el Presidente promoverá una controversia en la Suprema Corte de Justicia de la Nación para que los Gobernadores de Quintana Roo, Roberto Borge y de Veracruz, Javier Duarte, le den marcha atrás a leyes que impulsaron en sus estados para no ser perseguidos por corrupción.
El 18 de julio de 2016, el Presidente aparecerá para promulgar –por fin– la ley. Horas antes, Virgilio Andrade renunciará a su cargo.
El Presidente pedirá perdón.
EL RESPONSABLE DE TANTO DISLATE
Enrique Peña Nieto empezó a caracterizarse como poco hábil en la improvisación por una cascada de enredos y errores iniciada en la Feria del Libro de Guadalajara, en campaña, cuando no supo responder sobre los tres libros que le habían marcado la vida en diciembre de 2011. Como Presidente, olvidó el significado de las siglas del IFAI (Ahora INAI) en enero de 2013 e intentó salir del mal paso con la invención de otro instituto; equivocó el apellido del coordinador tricolor en el Senado de la República, Emilio Gamboa Patrón, a quien le puso el del homólogo en San Lázaro, Manlio Fabio Beltrones (enero 2013); y mencionó que Boca del Río era la capital de Veracruz. En este último evento, fue la primera vez que se defendió: “El Presidente también se equivoca”, dijo al enmendar el dato, en abril 2013.
En diciembre de ese mismo año, se vio otra vez en apuros a causa de un tropiezo con las palabras. No logró decir “epidemiólogos” durante el 70 aniversario de la Secretaría de Salud y la conmemoración del Día del Médico. Llevaba diez meses en el poder y a partir de ese error, modificó su respuesta. Después del trastabilleo, dijo: Una disculpa por este trabalenguas que me he encontrado en el discurso”.
Y entonces, fue la primera vez que aludió a uno de los personajes sombra de su Gobierno: Ilhuicamina Díaz Méndez, quien le escribió los discursos. Su nombre no le dice nada a los analistas. Él no participó en los eventos públicos, ni su rostro ni su cargo estuvieron publicados en la página cibernética de la Presidencia y ni por asomo se tomó fotografías al lado de Peña Nieto; pero no hubo funcionario con más permanencia en su equipo. Desde que Enrique Peña Nieto asumió como Gobernador del Estado de México –en 2005–, Díaz Méndez fue su escritor. En un binomio que parecía irrompible, ambos vivieron el mandato estatal, la campaña y después, la Presidencia de la República.
Díaz Méndez ocupó la Dirección General del Discurso del Presidente. Según su Currículum Vitae en los archivos de la Presidencia de la República, fue licenciado en Derecho y tuvo estudios de Maestría en Ciencia Jurídica. Fue ponente, conferencista y maestro de cursos, talleres y seminarios sobre temas históricos, políticos, jurídicos y administrativos. Además, formó generaciones de oradores en el Estado de México. Fue coautor del libro La Rotonda de los hombres ilustres del Estado de México. La cédula profesional de la Secretaría de Educación Pública (SEP) –la 1894165– con su nombre, indica que la licenciatura la concluyó en 1994, en la Escuela de Derecho de Atlacomulco, en la entidad mexiquense, la tierra de Peña Nieto.
MOVER A MÉXICO
Si Hilhuicamina Díaz Méndez fue su escritor sombra o fantasma, el eslogan “Mover a México” se debió a la autoría de Aurelio Nuño Mayer, quien fue jefe de la Oficina Presidencial y después, secretario de Educación Pública.
En mayo de 2015, la Coordinación General de Administración de la Primera Magistratura pagó un contrato con Talleres Gráficos de México por 4 millones 524 mil pesos por la edición de la obra “Mover a México 2014”, la cual es una antología del mensaje y crónica presidencial. En julio, el monto fue ampliado con 53 mil 360 pesos, según los mecanismos de Transparencia del INAI.
La frase no resultó una fortuna. Sobre todo, porque las tasas de crecimiento económico se redujeron al tamaño mínimo y lo único que pareció moverse y agrandarse fue la pobreza y la brecha económica entre ricos y pobres. Dos millones de mexicanos se sumaron a la línea de la pobreza.
De la era de Enrique Peña Nieto, el Plan Nacional de Desarrollo (PND), el documento en el que los Primeros Mandatarios mexicanos dejan su impronta, en las bibliotecas, sigue como siempre con esos únicos tres párrafos dedicados a la Rendición de cuentas y Combate a la Corrupción.