El artista mexicano Arturo Rivera dejó este mundo la madrugada de ayer, a los 75 años de edad. Sobre sus lienzos se quedan bellas criaturas deformes en alusión a un mundo de pesadillas que, él decía, eran la vida misma.
(La Cerradura).- Que espante en paz. Plasmó la belleza de lo terrible con seres deformes y monstruosos. Sostuvo que ese era su mundo interior y que la realidad de afuera era una pesadilla. Y decía que la pintura “sale de adentro”. Ratas, insectos, conejos, perros y aves muertos quedaron en sus lienzos expuestos en grandes muestras en los museos de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO), Palacio de Bellas Artes y de Arte Moderno. Desmembrados o humanizados. El artista mexicano Arturo Rivera dejó este mundo la madrugada de ayer, a los 75 años de edad. Su hermana, Hilda, le dijo al periódico Milenio que sufrió una caída en su casa-estudio (desde hace muchos años en la colonia Condesa de la Ciudad de México) y después, apareció la muerte. Su hija, Emilia, abundó en su cuenta de Twitter sobre este adiós, que la caída le ocasionó un derrame cerebral. Que murió en paz, dijo también.
Y acaso, el mismo artista habló de este adiós, cuando hace cinco años expuso en una entrevista con la periodista Virginia Bautista del periódico Excélsior:
“No le temo a la muerte. Uno muere cuando empieza a nacer. Por eso hay que vivir y hay que sufrir, porque la vida se acaba”.
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Nació en la Ciudad de México. Fue hijo del abogado penalista Manuel Rivera Silva (1913-1994), nombrado ministro de la Suprema Corte de Justicia en el gobierno de Adolfo López Mateos y quien coincidió en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México con el escritor Octavio Paz. En su libro El misterio de la vocación, el escritor Ángel Gilberto Adame bordea la posibilidad de que Rivera Silva le ayudó al poeta en el vaivén legal en contra de Elena Garro en 1967.
María Elvira Delgado Pimentel fue su madre.
El pintor Arturo Rivera expuso en una entrevista con el periodista Jaime Moreno Villarreal que a su padre “sólo le importaba su trabajo” y a él, no le hizo mucho caso. Y que cuando miró su dedicación a la pintura, le dijo que en ese oficio no iba a usar el cerebro; sino las manos, como un albañil.
“Creo que mi papá se veía un poco en mí, los dos éramos feos, y además él había intentado ser escritor, había sido amigo de Octavio Paz en la prepa, donde participó en el grupo de la revista Barandal. Yo lo idealicé tanto que pensaba que no podría llegar jamás a esas alturas”.
Arturo habitó en una genealogía de abogados. La ruptura, el artista, jamás la negó. Ni en su obra ni cuando fue cuestionado sobre ello.
La periodista Silvia Cherem, en una entrevista para el diario Reforma, publicada el 7 de abril de 2002, le preguntó de una manera profunda sobre los deslindes de su ascendencia.
– Quisiera entender por qué "te descarriaste" - le planteó Cherem.
La misma periodista listó el linaje frente a él. “Provienes de una familia de rancio abolengo: tu tío abuelo fue el constitucionalista Aquiles Elorduy (a quien se le recuerda por haber dicho: "Soy ateo por la gracia de Dios"), y del lado paterno, los Rivera han hecho historia por liberales y cultos. Manuel Rivera Cambas fue tu bisabuelo, un denotado historiador y cronista de la Ciudad de México (autor de Historia antigua y moderna de Xalapa, en 1869; México pintoresco, artístico y monumental, y Los gobernantes desde Hernán Cortés hasta Benito Juárez); Manuel Rivera Vásquez fue tu abuelo, afamado abogado; y tu papá, Manuel Rivera Silva, fue penalista, Ministro de la Suprema Corte a partir del sexenio de López Mateos, y autor de importantes libros de derecho penal en los que abogó, con base en la teoría freudiana, por "regenerar" a los criminales. ¿Qué sucedió en tu familia para que ni tú ni tus hermanos varones -Manuel y Alfredo, ambos muertos de manera trágica- siguieran la "vida digna" que de ustedes se esperó?”
“El problema fue ése: intentar perpetuar a toda costa un nombre y una profesión: la de abogado” - arrancó en su respuesta el artista.
Estudió en la Academia de San Carlos. Ahí le tocó el convulso 1968. “Un amigo, que era el jefe de la sociedad de alumnos, de repente, cuando lanzaron una bengala, dice: `¡Pecho tierra!´ Todos abajo”; y yo me quedé parado. Solo. Me salí y me dediqué a emborracharme”, le relató a la periodista Sonia Sierra en una entrevista para El Universal, publicada el 12 de octubre de 2018. Siguió: “… Fue uno de los tantos días del 68 … El 2 de octubre yo creo que estaba en la cantina. No estaba politizado en esa época”.
Luego de San Carlos, estudió serigrafía en The City Lil Art School en Londres. De 1974 a 1978, vivió en Nueva York donde ejerció oficios como la albañilería, ayudantía de cocinero y empleado en una fábrica de pintura. Las manos, a las que su padre se había referido, otra vez en uso. No dejó el arte plástico. En 1978, montó una exposición en la Jack Gallery de la Gran Manzana, con la que comenzó con su característico estilo realista. El pintor Max Zimmermann descubrió su talento y lo invitó a la ciudad alemana de Münich a colaborar como profesor asistente en la Kunstakademie.
A México regresó en 1981 para una exposición en la Universidad de las Artes y las Ciencias de Valencia. En la entrevista con la periodista Virginia Bautista del periódico Excélsior, publicada el 5 de abril de 2015, el pintor dijo que se “injertó” en el mercado del arte mexicano justo ese año. “Aquí seguía la Ruptura y sus seguidores. No es que estuviera mal, pero casi no había pintores realistas. Yo rompí con eso sin querer, seguí en contra de esta corriente y aposté por el realismo”, expresó. También vivió en Austin, Texas.
En 2000, su obra fue seleccionada para una exposición de pinturas de autorretratos en el Museo del Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México, junto con la obra de Diego Rivera, Frida Kahlo y Francisco Goitia. Cuatro años después, en la presentación de su catálogo en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, por sus 50 años de artista, el escritor Eduardo Lizalde dijo de él: “(Es) el mayor pintor vivo de su generación”. Además, destacó que en su obra no hay tremendismo; sino “tragedia y drama” porque esos monstruos en los lienzos no son sacados de los sueños; sino de la realidad.
Su vida quedó contada en sus cuadros. En ellos está la disciplina aprendida en la Academia de San Carlos, los excesos de su juventud, la angustia de la adultez y la crisis de México. Ello pudo apreciarse en 2018 cuando expuso 80 pinturas en Autofagia en la Universidad del Claustro de Sor Juana. En ese tiempo, reconocía dolor físico y ser un fumador de mariguana empedernido.
La etapa de sus últimos días la resumió el poeta Ernesto Lumbreras quien escribió en su muro de Facebook:
“Quería que una obra suya engalanara la portada de un libro mío. Sin tardanza me envió cinco piezas para escoger. Me contó que en las últimas semanas batallaba para caminar, que había pasado unos días en Tepoztlán prácticamente mirando por la ventana. Había dejado de pintar, leía, pensaba, recordaba su vida. Antes de colgar me dijo que estaba mejorando su situación locomotriz gracias a una terapia. Lo escuché de buen ánimo, malediciente, pícaro y jovial”.
La realidad pesadillesca, pero hermosa, del pintor Arturo Rivera Delgado estaba en México; sólo aquí.
“… Yo fui a Texas porque mi ex mujer fue muy feliz en Texas. Y es bonito, es un lugar muy bello, si lo conocen ustedes, y también es un lugar con mucha calidad de vida. Es muy seguro. Pero culturalmente está perdido. Yo prefiero el peligro y todas las cosas del DF (hoy CdMx), pero hay cultura hay magia y otras cosas … Allá no existe nada de eso”, dice el pintor en el minidocumental “Un día Con: Arturo Rivera, producido y realizado por David Méndez.
Y estaba también en los sueños de la infancia. En varias entrevistas, el pintor dijo que en sus primeros años, deseaba ser doctor. De adolescente, uno de sus paseos favoritos fue El Museo del Chopo. “Era el museo de Ciencias Naturales en México y ahí había fenómenos, animales …”, expresó en el mismo trabajo de Méndez.
En 2005, ganó el Primer Premio en la Bienal Internacional de Arte de Beijing con la pintura al óleo Llegando a Nueva York. El dato lo destacó el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura al enviar un mensaje sobre su muerte en las redes sociales:
“Lamentamos el sensible deceso del reconocido artista Arturo Rivera, quien deja un trascendente legado en la plástica del país. Expuso en Bellas Artes y ganó el Primer Premio en la II Bienal de Beijing, China. Enviamos nuestras condolencias a su familia y comunidad artística".
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“Cuando dejo de pintar es como una válvula de presión, me voy sintiendo mal, mal, hasta que pinto”, expresó el artista en una entrevista con la crítica de arte Avelina Lésper, en 2013. Acaso porque su mundo interno necesitaba vaciarse sobre el lienzo para recordar que la vida es una deformidad por sí misma. Un monstruo bellísimo que debe ser pintado. Una amable lectora compartió para este obituario que tuvo dos hijos de diferentes matrimonios, Santiago y Emilia; además de que la artista plástica María Nava fue su tercera esposa. Falleció soltero.
Arturo sólo tuvo dos hijos el primogénito (Santiago) y una hija (Emilia) de distintas esposas. Se separó de María Nava hace como 5 años. Falleció soltero.
Hola hay un error. Manuel Rivera Cambas era bisabuelo de Arturo. Son Manuel Rivera Cambas, Manuel Rivera Vázquez, Manuel Rivera Silva y Arturo Rivera Delgado. Su madre era Maria Elvira Delgado Pimentel.