Guillermo Soberón Acevedo
Fue el protagonista de 60 años de rectoría en la UNAM, la administración pública y la política. También, fue eje de cambios revolucionarios en el sector salud.
(La Cerradura).- Otro asiento en El Colegio Nacional se quedó vacío. Guillermo Soberón Acevedo se ha ido, apenas cinco días después de la partida del químico Mario Molina. El hombre que luchó por el saber libre en la educación y la salud, iba a cumplir 95 años en diciembre. Concluyó una historia de 60 años en la vida pública y académica de México. Una que no temió a las palabras. En 2015, presentó sus memorias bajo el título “El Médico. El Rector”, editado por el Fondo de Cultura Económica. Ahí dejó asentado que los ex Presidentes mexicanos tuvieron injerencia en algunas crisis de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Ese texto sacudió a la comunidad universitaria porque sostiene que tras varios episodios complicados de la máxima casa de estudios estuvieron Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), José López Portillo (1976-1982), Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988), Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) y Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000).
Soberón fue rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) durante dos periodos seguidos, de 1973 a 1981. Sus antecesores salieron de manera anticipada; de modo que encarnó una época de estabilidad, propiciada por la Junta de Gobierno. El periódico Excélsior se refirió a esta etapa como en la que se pudo conformar “un grupo de poder” que “extendió su influencia por décadas”.
En este grupo estaban juristas cuya figura más visible era Jorge Carpizo McGregor (QEPD) y científicos entre los que destacaba José Sarukhán Kermez. Con ellos, empezó a tener presencia José Narro Robles. El hecho es que de esta especie de cofradía se desprendieron los rectores: Jorge Carpizo McGregor, José Sarukhán Kermez, Juan Ramón de la Fuente, José Narro Robles y Enrique Graue.
La pretendida estabilidad de Soberón Acevedo en la UNAM presentó fracturas. En 1977, tuvo que enfrentar a los trabajadores en huelga del naciente Sindicato de Trabajadores Universitarios de la UNAM (STUNAM). Los acusó de “despojo” de la máxima casa de estudios. La policía invadió los campus universitarios el 7 de julio. Cientos de trabajadores fueron detenidos. Su liberación ocurrió en forma paulatina porque no hubo acusación válida para ninguno.
En el comunicado en el que informó sobre su muerte, la UNAM destacó que Soberón Acevedo impulsó la creación de la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (hoy FES, antes ENEP) reflejada en los planteles de Cuautitlán, Acatlán, Iztacala, Aragón y Zaragoza. Bajo su rectoría también surgieron la Facultad de Psicología y la Escuela Nacional de Trabajo Social; además, las escuelas de Enfermería y Economía se convirtieron en facultades. Soberón fue artífice del Centro Cultural Universitario que reúne en un solo sitio los espacios destinados a la música, danza, teatro y cine. A un lado, la Biblioteca y Hemeroteca nacionales.
En 1982, Soberón Acevedo había concluido dos periodos como rector. Entonces, aceptó el cargo de coordinador de los Servicios de Salud de la Presidencia de la República. Un año después, se convirtió en Secretario de Salubridad y Asistencia. Una de sus primeras acciones fue histórica: enviar al Congreso de la Unión una iniciativa para incorporar el derecho a la salud en el artículo 4º constitucional, lo que derivó en la modificación de la Ley General de Salud en 1983.
Las columnas políticas en la hemeroteca coinciden en que a Guillermo Soberón le tocaba la Secretaría de Educación Pública (SEP) porque el entonces Presidente Miguel de la Madrid Hurtado deseaba darle “un premio” por “una exitosa gestión” en la UNAM frente al STUNAM. Pero no ocurrió. Jesús Reyes Heroles fue nombrado para el despacho de la calle de Brasil y ahí se mantuvo hasta el final de sus días en 1985.
De modo que Guillermo Soberón Acevedo se convirtió en el Secretario a cargo de la Salud. Su gestión iba a revolucionar los servicios con algunas medidas que hoy se reconocen como óptimas, pero otras controvertidas. Entre las primeras están la creación del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias que en estos días es el gran hospital para la atención de enfermos de COVID19, la constitución del Instituto Nacional de Salud Pública, la instalación de unos 800 centros de salud, así como el impulso de los Días Nacionales de Vacunación contra la Poliomelitis, lo que contribuyó a acabar con la enfermedad en México. Pero está también la descentralización del sector, un proceso que no logró aterrizar a favor de los derechohabientes.
En septiembre de 1985, la Ciudad de México se estremeció por dos sismos de más de siete grados. El edificio del Centro Médico Siglo XXI quedó con serias averías. Repararlo llevó años. En ese escenario de carencias y desgracia, Guillermo Soberón Acevedo impulsó la creación de la Fundación Mexicana para la Salud (Funsalud), una instancia que sirvió para el plan gubernamental de descentralizar los servicios de salud. El modelo, que implicaba la “competencia administrada o regulada”, lo avaló el Banco Mundial. El acta constitutiva la firmaron Lorenzo Servitje, Carlos Abredrop y Rubén Aguilar Monteverde.
Según el libro “Salubristas y neosalubristas en la reforma del Estado”, de Raquel Abrantes Pego, editado por el Colegio de Michoacán, a partir de 1985, no hubo política pública ni decisión que no pasara por el consejo rector de la organización. La presidencia ejecutiva de Funsalud, Soberón Acevedo la ocupó de 1989 a 2003.
Gustavo Leal Fernández, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, explicó en 2014, en un reportaje del portal de noticias SinEmbargo, por qué la descentralización no funcionó: “Se descentralizó la basura. Los carros viejos. El material inservible. El Estado se quedó con las plazas y con los recursos financieros. Con el paso del tiempo, las entidades federativas tuvieron que encarar el deterioro como pudieron. Además, cada administración tomaba decisiones sin diagnóstico sobre las ruinas del sector”.
El documento “Propuesta para la Mesa de Gasto de la Convención Nacional Hacendaria”, de Fundar, alertó en 2004: “… Los resultados han sido inversos… (Se observa) una profundización de la desigualdad, más ineficiencia en la prestación de los servicios, confusión con respecto a las atribuciones de los distintos niveles de gobierno, no se ha logrado combatir la dependencia de los estados hacia la federación y (la descentralización) ha creado mayores vacíos en términos de rendición de cuentas”.
Nació en Iguala, Guerrero, el 29 de diciembre de 1925. Estudió en la Escuela Nacional Preparatoria y se tituló como médico cirujano por la Escuela Nacional de Medicina, hoy Facultad de Medicina. En la Universidad de Wisconsin realizó estudios de doctorado en Química Fisiológica.
En 1965, recibió el nombramiento como investigador de la UNAM. El Colegio Nacional resaltó esta parte de su vida. Ayer publicó que su investigación la concentró en el efecto de la desnutrición sobre los niveles enzimáticos de los mamíferos y la regulación metabólica del nitrógeno en organismos superiores.
La noticia de su muerte la dio el jurista Diego Valadés a través de su cuenta de Twitter, quien resumió: “Hoy se apagó la vida del doctor Guillermo Soberón, inolvidable rector magnífico de la UNAM. Ejemplo de entereza, rectitud y pasión por el saber libre. Su vocación social dejó huella profunda en la salud, la educación y las ciencias mexicanas”.