El maldito virus se llevó a Sandro Cohen, quien dejó varios proyectos pendientes. Prolífico, hasta el final. Amante de la vida, la alegría la encontraba en una bicicleta.
(La Cerradura).- Poeta, narrador, editor y traductor. Era un gringo mexicano que enseñó Redacción sin Dolor, nombre de su obra más conocida, publicada en 1995, y que llegó a su sexta edición en 2014. Según su propia introducción, no pretendía “la corrección”; sino “la precisión y la claridad en el lenguaje escrito”. Se va con una maestría en Letras Hispánicas en la Universidad de Rutgers y un doctorado por la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue director editorial de Grupo Planeta, gerente de interés general de Grupo Editorial Patria y fundador de Editorial Colibrí. Era, también, profesor investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana. En esa casa de estudios fue titular del departamento de Humanidades. El maldito virus lo arrancó de este mundo a los 67 años de edad, después de días de hospitalización.
Los memoriales de las Letras apenas se reponían de la partida del escritor Luis Zapata, cuando ahora deben incluir a Sandro Cohen. Si hay algo más que los une, más allá de la coincidencia de su partida, es que ambos fueron prolíficos, imaginadores incansables, trabajadores constantes. Cohen escribió poesía, novela, crónica y ensayo. Además, tradujo. Publicó más de veinte libros y colaboró en los principales diarios y revistas culturales de México. Estos son algunos de sus poemarios: De noble origen desdichado(1979, su primer libro publicado), A pesar del Imperio, Autobiografía del infiel y Los cuerpos de la Furia. Como novelas deja Lejos del paraíso y Los hermanos Pastor en la Corte de Moctezuma; los libros de cuento y crónica, Pena capital. Crónicas urbanas y Ahora que lo pienso y Por la carne también (cuentos eróticos).
También coordinó talleres de Poesía en el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y la UAM. Dirigió su propio taller de Creación Literaria hasta estos días de su final.
Su inquietud lo llevó a edificar Editorial Colibrí. Ahí, Cohen le habló en una tarde lluviosa, a un reportero sobre el papel del editor-emprendedor (la entrevista aparece firmada por México/Librusa):
“Me consta que muchos aspiramos por lo pronto a sobrevivir, a que mejore la situación, a contribuir a que mejore la situación. Porque no es lo mismo, todos esperamos a que mejore, pero también tengo muchas ganas de participar en esa situación, de participar en el proceso mediante el cual pueda mejorar la situación. Estamos hablando de concientización. Del libro como participante del diálogo entre los que toman decisiones, los que influyen en los demás”.
Sobre cómo se escribe el periodismo en estos días, Cohen también tenía una posición.
– ¿Cuáles son los mayores problemas que encuentra en los periódicos respecto a su escritura? – le preguntó Ariel Ruiz Mondragón para una entrevista publicada en Bibliálogos en 2014.
– Se reflejan los mismos problemas en la prensa que en el resto de la población, tal vez en menor medida, pero allí están. Y hay problemas específicos del periodismo que no existen en la población en general, como, por ejemplo, la percibida necesidad de utilizar, a ultranza, la sinonimia cuando no hace falta. Si yo estoy hablando de problemas de agua, la palabra “agua” se va a repetir, no tengo que decir “el vital líquido”. Es sumamente chocante que hablen así porque es antinatural y mamón, lo cual no tiene por qué estar en un periódico (además, no es el único vital líquido, porque también está la sangre, que tiene el mismo mote).
Sandro Cohen nació en Nueva Jersey, Estados Unidos, en 1953. A los 19 años llegó a estudiar a México. Fue naturalizado en 1982. Esa mexicanidad gringa la describió cuando en una entrevista previa a un homenaje que se le rindió en el Palacio de Bellas Artes, el año pasado, dijo:
“Vine a estudiar a la Universidad Nacional Autónoma de México y me enamoré del país. Encontré la manera de vivir y trabajar; tengo todo aquí”.
La alegría la comparaba con pedalear una bicicleta. En 2014, publicó “Zen del ciclista urbano”, un texto que sugiere que la libertad en las ciudades puede basarse en una bicicleta. Su esposa, la escritora Josefina Estrada, le dijo a El Universal: “Sandro conoce los baches de toda la ciudad, sabe cuándo se abrió un hoyo y cuándo lo taparon, él no puede dejar de pensar como ciclista. El ciclismo es otra de sus pasiones”.
Con ella, con Josefina Estrada, Sandro Cohen estaba por brindar un curso en línea.
De influencias, reconocía a a Elliot y Ezra Pound en inglés, y a Federido García Lorca, César Vallejo. Después, Octavio Paz, Jaime Sabines y Rubén Bonifaz Nuño, según una entrevista en acervovideorum.
Sandro Cohen deja en el mundo a su esposa, la escritora Josefina Estrada, y a sus hijos Leonora, Yliana y Nathanael