La enfermedad de COVID-19 sorprende al Presidente con un vacío legal en el marco normativo de la Transparencia para obligarlo a rendir cuentas sobre su estado de salud. Sus dolencias, los Mandatarios mexicanos las han vivido en el más profundo secreto.
Por Linaloe R. Flores
(La Cerradura/Especial) El mismo marco normativo de la Transparencia con las dos leyes que hasta ahora se han emitido -La Ley General de Transparencia y la Ley Federal de Transparencia- permite que el Presidente de la República se abstenga de informar sobre su estado de salud porque el asunto se trata de “datos personales”.
No hay ninguna obligación legal para que el Presidente Andrés Manuel López Obrador brinde a detalle su estado de salud por COVID-19. Pero los ciudadanos están ávidos de conocerlo a detalle, según expresaron en cuanto fue informado que el Ejecutivo se había contagiado. Las preguntas se desgranan, pero así, sin legislación de por medio, llegó la pandemia a Palacio Nacional.
El 10 de octubre de 2019, en su conferencia mañanera, Andrés Manuel López Obrador reveló que recibió una solicitud de información a través del Instituto Nacional de Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) para que entregara un estado detallado de su estado de salud física y mental. La petición, la calificó como “excesiva”. Y dijo que fueron sus adversarios los que la habían hecho; pero adelantó que respondería.
La ocasión le sirvió para asestarle una crítica al INAI. Expresó que la petición se le había hecho “a través de una instancia que cuesta mil millones de pesos mantener y que había sido creada por el conservadurismo, organizaciones de la sociedad civil y la prensa conservadora.
De modo que el ser en quien recae el Poder Ejecutivo puede vivir sus dolencias en el más profundo secreto. Pero sus dolencias –así se ve en la trayectoria del poder en México– afectan las decisiones de gobierno. Y por eso siempre surge el debate de si un Mandatario debe guardar para sí su estado de salud o este le pertenece a sus gobernados.
Cuando en México no existía el ámbito de la Transparencia, la migraña de Adolfo López Mateos (1958-1964) fue la enfermedad padecida en Los Pinos más conocida y legendaria. Acaso porque la lejanía del episodio ha permitido reunir más información que en cualquier otro caso. Esa jaqueca por un aneurisma (según Julio Scherer en Calderón de cuerpo entero, editado por Grijalbo) no fue pública mientras López Mateos tuvo la investidura presidencial. Una vez que dejó el poder, se regaron, como cuentas de collar, los datos de ese dramático cuadro: el hombre en la locura del dolor se postraba sobre su escritorio y tenía la única protección de la tiniebla. En el anecdotario se conoció que en algún momento, un amigo cercano (pudo haber sido el experiodista Mario Ezcurdia, quien era su jefe de Prensa, Q.E.P.D.) le dijo con intención de sacarlo del escollo:
“El pueblo lo adora, Señor Presidente”.
López Mateos contestaría:
“Hay amores que matan”.
Otro Presidente con una enfermedad oculta, en un tiempo en que no había INAI, fue Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970). Vivió años enfermo, pero los ciudadanos sólo supieron de ello a través de rumores, muchos rumores. A mediados de marzo de 1979, le fue detectado un cáncer en el colon que se le regó hacia el hígado. Ese tumor acabó con su vida, a los 68 años de edad, en julio de ese mismo año. Cercana su partida, le entregó a su familia una serie de carpetas y cintas. El material reúne sus memorias. Por decisión de sus herederos, hasta hoy han permanecido inéditas.
La salud de los Presidentes en la modernidad ha propiciado preguntas ante el INAI, signo de que el asunto se encuentra en el interés nacional. El Estado Mayor Presidencial le puso el sello de “confidencial” a los expedientes clínicos de los Presidentes, desde Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000) hasta Enrique Peña Nieto (2012-2018). Además, el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) ratificó esa categoría en las resoluciones RDA 1950/14 y RDA 1741/13.
ERNESTO ZEDILLO PONCE DE LEÓN (1994-2000)
Durante su gobierno, su salud no fue un asunto que pasara al debate público. Pero la transformación física de Ernesto Zedillo cada vez fue más notoria. Poco a poco quedó atrás la imagen vital de la campaña de 1994, cuando sustituyó al candidato ultimado Luis Donaldo Colosio Murrieta, del PRI, y participó en el primer debate político televisado. Su cabello era muy negro. Ahora, cuando tiene 65 años de edad, luce encanecido. El 27 de noviembre de 2015, un ciudadano le solicitó a la Presidencia de la República, una copia del expediente clínico del ex Presidente, según la solicitud registrada con el folio 0210000156215. Le fue negado con el argumento de que esa información es confidencial debido a que se trata de datos personales y la persona sobre la que se preguntó es identificable.
VICENTE FOX QUESADA (2000-2006)
A veces, los rumores se vuelven incansables. El rumor de una enfermedad volvió a Los Pinos cuando Vicente Fox habitó ahí. Con él, había dos posibilidades: enfermedad neurológica o cáncer. Nada fue oficial. Todo quedó oculto. El dicho más fuerte fue que en el último tramo del mandato tenía que tomar dosis de antidepresivos para enfrentarse con el trabajo diario. Ante las preguntas de los ciudadanos a través del INAI, la Presidencia de la República se ha negado a precisar el nombre de los medicamentos de Fox, pero el rumor instaló en la memoria colectiva la palabra “Prozac”.
FELIPE CALDERÓN HINOJOSA (2006-2012)
En 2011, en una emisión de su noticiario de MVS, la periodista Carmen Aristegui emitió un comentario sobre una manta que un día antes, diputados del PRD habían desplegado en la Cámara de Diputados. Decía: “¿Tú dejarías conducir a un borracho tu auto? ¿No, verdad? ¿Y por qué lo dejas conducir al país?
Aristegui dio pie al debate. ¿Tenía Calderón la enfermedad del alcoholismo? “En otras democracias del mundo, suele verse que se piden estudios médicos a los gobernantes para saber cómo están, por la altísima responsabilidad que tienen”, expresó. Más allá del expediente clínico, en el caso de Calderón, la Presidencia recibió varias solicitudes de información que requerían la cantidad de bebidas alcohólicas compradas durante los años que gobernó. Solicitaron montos, cantidad, proveedor, fecha y total de gastos. La Dirección de Operación y Servicios Generales de la Presidencia siempre respondió que después de una búsqueda exhaustiva, esos datos eran inexistentes.
ENRIQUE PEÑA NIETO (2012-2018)
Su salud generó debate en 2013 cuando fue operado en el Hospital Militar por un nódulo tiroideo en la garganta que según los médicos fue benigno. A partir de ese momento, el estado del Primer Mandatario se volvió un asunto suspicaz. Las fotografías tomadas a corta o mediana distancia no lograban ocultar la delgadez, la angulosidad del rostro y las ojeras. Aquella vitalidad de 2010 o 2012 se había perdido en 2014. La clasificación como confidencial quedó aún más sellada en el sexenio de Peña Nieto. Un Tribunal colegiado en materia administrativa resolvió que el expediente clínico y el estado de salud del Presidente de la República son datos que deben permanecer como un asunto de carácter privado y reservado. En ello pesó que sin importar la persona o puesto que tenga “se debe privilegiar la protección de los datos personales como derechos humanos”.
*Esta información se publicó originalmente bajo el cabezal de #DatosCerrados en SinEmbargo. Fue modificada para La Cerradura.